domingo, 14 de noviembre de 2010

La Policrimifina de La Princesa



Estaba siendo un día de lo más normal en el gigantesco pero adormecido castillo…
La princesa estaba jugando al parchís con sus tres amigas Sin-Fuste, Pestuza y Zurulla, cuando de repente notó cómo un chorro se escapaba de su chumino. La princesa fue rápidamente a su aseo lleno de mugre, pensando que solo se trataba de un simple chorro de pipí, pero la cosa era más grave. Cuando se quitó el vestido y se examinó el coño con un espejo especializado, vio que el liquidillo era de color negro, y que también salían espumarajos.
Al día siguiente, la princesa fue a primera hora de la mañana, sin cita previa, al médico, rezando por el camino para que no se tratara de algo grave:
“Ay señor, señor, cuida mi potorro, y líbralo de esos espumarajos del color de los pelos de mis sobacos. Ay señor, que hace tiempo que nadie me penetra, y con esta cosa asquerosa, me voy a ver negra, negra como el líquido que sale de mi chucho y me hace ser una completa desgraciada…”
El médico le examinó el chumino, y le dijo que lo que ella tenía se trataba de un mal de ojo vaginal, causado por una mala mirada de algún hombre hacia su parte más íntima y delicada, mientras hacían el amor.
La princesa le pidió a Cantábrica, otra de sus amigas a la que no había invitado el día anterior a jugar al parchís, que le quitara ese mal de ojo vaginal, ya que Cantábrica entendía de estas cosas. Cantábrica le dijo a la princesa que el mal de ojo ya estaba quitado, y la princesa se fue a su adormecido castillo, dando saltos de alegría y manoseándose las tetas.
A las 00:24 horas, la princesa volvió a notar burbujas en su coño, y volvió a sentir ese líquido tan molesto. Al día siguiente, volvió a ir al médico a primera hora y sin cita previa, y en el camino, volvió a rezar de nuevo:
“Ay señor, señor, ¿qué es lo que me has hecho en la seta, que ya no me funciona como antes? Ay señor, ¿acaso es Satanás el que se ha metido dentro de mi selva, que no puedes hacer nada? Cúrame de este mal tan maligno que se apodera de mi alma… y el alma es lo que tú quieres conseguir de mi, que por eso me ocurren tantas desgracias. “
El médico se puso a estudiar otra posibilidad acerca de los espumarajos que le salían a la princesa de su chucho, y llegó a la conclusión de que esos espumarajos se debían a masturbaciones excesivas. A lo que la princesa contestó:
“A ver, si no hay hombre que me meta su trabuco hasta las entrañas, me tendré que masturbar, y últimamente lo hago mucho con mi chifi, que no conseguí meter en aquel ladrillo…”
El médico le dijo que masturbarse con un chifi era bastante peligroso, que le podían salir hasta ampollas en el pepe, y otras cosas peores. Le recomendó que comiera policrimifina, que eso iba a hacer que los espumarajos y el liquido negro desaparecieran.
La princesa iba de camino hacia su adormecido castillo, dando saltos de alegría de nuevo, y pegándose los mocos en las pestañas para que pareciera que tenía esmeraldas, y cuando comió la policrimifina, no volvió a sentir el líquido negro ni los espumarajos.
Al día siguiente, volvió a invitar a las mismas amigas antes mencionadas a jugar al parchís. La princesa perdió la partida y se le quitaron las ganas de recibir más visitas.


FIN

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