domingo, 14 de noviembre de 2010

El Chifi de La Princesa





Había una vez, en un hermoso pero adormecido castillo, una princesa con un grano en el entrecejo que quería meter su chifi dentro de un ladrillo.
El ladrillo empezó a moverse de un lado para otro, y la princesa, desesperada, empezó a arrascarse el grano del entrecejo, y también le empezó a picar el culo.
Se fue al hospital de aquella sobria ciudad, a que le hicieran un análisis anal.
Se le había metido una china en el culo, con razón le picaba tanto el ojete, a la pobre princesa del grano en el entrecejo.

Llamó a sus más íntimos amigos y quedaron en una cafetería, pero no para tomar café, sino para ir alli, simplemente…

Se encontró en medio de la carretera un tampón lleno de sangre. Y se preguntó: ¿Será mía? Es que soy tan basta cuando empiezo a sangrar, que lo mismo se me ha salido el tampón del chucho… nunca se sabe.

Volvió a su adormecido castillo y volvió a intentar meter el chifi en aquel ladrillo.
Metete chifi, metete, que tengo que depilarme el mostacho. Hazme ese favorcito, querido chifi, que hoy quiero dormir tranquila y sin lombrices en el culo.

Total, que el chifi no se metía dentro del ladrillo, y a la princesa le empezó a picar la seta. Tuvo que ir inmediatamente al hospital de nuevo. En la entrada de aquel hospital en aquella sobria ciudad, se encontró diarrea en la carretera, y se preguntó: ¿Será mía? Es que como últimamente en vez de cagar, parece que hecho chapapote… pues nunca se sabe.

Llamó a sus padres y se fueron juntos a merendar, un bocata de judias y lentejas rebozadas. Está riquísimo, dijo la princesa, mientras se hacia para atrás del placer que le daba el sabor de aquel bocadillo de lentejas, y entonces tocó sin querer una mierda de cabra, pero aún seguía con sonrisa penetrante con una lenteja en cada diente.

Se puso su corona y empezó a correr con su bicicleta estática, que no iba a ninguna parte, pero a ella le hacía feliz. Le salieron juanetes en los pies, y volvió a ir a aquel hospital de aquella sobria ciudad. Se encontró con un escupitajo negro en la carretera, y se dijo: ¿Será mío? Es que como últimamente solo como galletas oreo, quien sabe…

Volvió a su adormecido castillo, y volvió a intentar meter el dichoso chifi en el ladrillo. Métete chifi querido, métete, que quiero follarme viva esta noche, y si no te metes, no encuentro motivo alguno para nada….

El chifi no se metía y a la princesa se le quitaron las ganas de tó…

FIN

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